La vida nos permite solo pedir un pírdula: una pausa

Choque cultural Inverso

Por fin las circunstancias y los astros se juntaron para poder cuadrar tres días en los que volver a casa. Y por suerte todo sigue igual... Aunque la que mire diferente sea yo.

Pausa. Estoy en modo pírdula.

Es curioso cómo cambia nuestra mirada con el paso de los años. Cómo me miraba al espejo siendo adolescente y como me miro al mismo espejo siendo mujer. Lo lejos y grande que veía el rompeolas (hablo de mi playa de Las Teresitas) y lo accesible que lo encuentro hoy... Y por contra, cosas que me parecían sencillas, ahora las veo complicadas, como pertenecer al mundo de los adultos. 

Cada vez que vuelvo a casa me sorprendo de todo lo nuevo que
ha llegado en mi ausencia, incluso me extrañan costumbres que tenía arraigadas y que he ido perdiendo consecuencia de la distancia.

Con la pausa, soy capaz hasta de apreciar el color malva de las Jacarandas en flor.

Los expertos lo llaman "choque cultural inverso". Estos términos son los que utilizan para el síndrome que sufre una persona cuando ha estado fuera de casa por una temporada muy larga y decide volver. ¡Por lo visto el periodo de adaptación no es nada fácil! (Ya trató Homero en La Odisea)

“Creo que este sentimiento solo lo puedes compartir con aquellas personas que lo han sufrido. Es como una caída libre, como flotar sin rumbo en unas aguas tranquilas. Te sientes fuera de lugar”, reflexiona Corey Heller, en su artículo “Returning Home After Living Abroad.” Según Heller, el problema aparece cuando tomas consciencia que las cosas cambiaron. Que tus amigos tienen una nueva vida o que tu bar favorito ha cerrado.

“Vivir en otro país te cambia para siempre. Nunca serás el mismo y nunca verás las cosas de la misma manera”, asegura Heller.

En su artículo, Heller reflexiona sobre ese sentirse fuera de casa en todo momento y trata de ponerle remedio. “Ya no me hago la pregunta de si algún día volveré a tener la sensación completa de un hogar. Ahora me pregunto cómo puedo sentirme en casa en el lugar en el que estoy en este momento, con estas experiencias, encontrando, así, en cada momento la forma de volver a casa”.

Cuando el tiempo no importa. Cuando no hay impostura.

Por el momento no entra en mis planes volver definitivamente. Quizás por eso la idea solo me inspira connotaciones positivas, aunque mi mirada haya cambiado como os apuntaba antes. Lo necesitaba.

El estrés flagrante en el que vivimos sumergidos nos intoxica. Se adueña poco a poco como si de un vil vampiro se tratara de nuestra sangre, dejándonos repletos de toxinas, impurezas... de tristezas. Por eso considero tan necesario volver al nido cada cierto tiempo. Volver bajo el ala de la familia. Del mar. De mi tierra.

Volver a dejarme caer. A no mirar la hora. A no llevar cartera. A bucear bajo el mar privilegiado de las Islas Canarias. Volver a casa es dar y recibir besos y achuchones. Recargar las pilas. Descansar para cuando vuelvas a emprender el camino, lo hagas con el objetivo y la mira más enfocados. Con más certeza y puntería.

Volver a casa es el único "pírdula" que nos permite la vida adulta.

El placer de pasear por los parques de la infancia y descubrir sus monumentos.

Revisar tus libros y revistas antiguas. Encontrar tesoros y cartas que creías olvidados. Comer doble postre. Dormir en tu cama favorita.

¿Algunas vez has necesitado pedir una pausa a la vida? ¿Te has sentido de igual manera de como trato de compartirte? ¿A qué te agarras cuando estas descargad@ de pilas?

Preparo nuestro café mientras me lo vas contando.