¡Cumpleaños feliz en Argentina!

Los derroteros por los que te lleva la vida… ¡Es increíble! Si hace unos años me hubieran dicho que mi vigésimo quinto cumpleaños lo celebraría en Buenos Aires, quizás no me lo hubiera creído: lejos de mi familia, amigos, de mi pareja, de mis hijos… (la señora Miel y el señor Coco). Pero aquí estoy, descubriendo una ciudad nueva, rodeada de personas maravillosas y haciendo lo que más me gusta en el mundo: trabajar.

Me siento como una esponja, absorbiendo cada recoveco que me ofrece Buenos Aires, aprendiendo de actores increíbles, de mi nuevo y amado director, aprendiendo de su gente y sus costumbres…

Pero que haya venido a trabajar, no significa que haya desactivado el “modo turista”. Los días que tengo libres, intento aprovechar al máximo para ir conociendo la capital de la República Argentina. 

Yo misma fotografiada por una señora que pasaba, en la Casa Rosada.

Mi primer día libre, me lo tomé con calma. Fui a visitar la plaza de Mayo y la Casa Rosada. Hasta el momento sólo la había visto en las películas, y fue realmente conmovedor aparecer en la plaza principal del microcentro porteño. Esta plaza, ha sido testigo de
las grandes manifestaciones populares del país, de hecho, salvo la declaración de la Independencia, ha sido el escenario de todos los acontecimientos trascendentales a nivel nacional.

Además hacía sólo tres semanas que había visto la película de Nicolás Gil Lavedra, Verdades Verdaderas, donde me convertí en cómplice de Estela Carlotto para buscar a su nieto y el resto de niños perdidos de las Abuelas de la plaza de Mayo, así que fue toda una experiencia.

La segunda excursión me la tomé a modo de guiris profesional, contraté todo el kit. Me recogieron por la mañana en el hotel en un microbús y una guía muy dicharachera nos iba explicando todas la curiosidades de la ciudad. La primera parada fue en San Isidro: una ciudad con mucha calma. Sorprende el silencio con el que te recibe, nada que ver con el bullicio de una gran ciudad. Tuve la oportunidad de pasear media hora por el casco histórico visitando la Catedral. Me sorprendió mucho que su cúspide midiera tanto como el famoso Obelisco: 70 metros.

Después de unas fotos, di un paseo por una feria de artesanía ubicada en frente del monumento y como recuerdo compré unas mini-esculturas realizadas en tiza. Hechas a mano representando diferentes personajes de ficción nacional y extranjera. No sé por qué, la que más me llamó la atención fue la de “El chavo del Ocho”, así que compré la pareja que forma el Chavo y Don Ramón. 

La Catedral de San Isidro

Un robado fingido.

La siguiente parada fue el Río Delta y el Tigre. Llegamos al puerto, donde nos subimos a un catamarán que nos llevó por un recorrido de casi dos horas. Me resultó fascinante la forma de vida de los isleños. Por lo visto, hay lanchas de todo tipo para su comunidad. Lanchas supermercado, lanchas médico que pasa una vez por semana, lanchas pediatras, lanchas heladerías, lanchas taxi, lanchas ambulancia…  Mientras navegábamos, ellos practicaban todo tipo de deportes acuáticos, o tomaban el sol… Me enamoré de la cantidad de perros pastores alemanes que descansaban en los mini-puertos privados de cada propiedad… Como si con ellos no fuera.

Durante todo el recorrido contaron miles de curiosidades sobre su historia, su flora y su fauna mientras saboreábamos pasteles de dulce de leche.  Todo muy autóctono.

Es un paisaje precioso, lleno de vegetación, hasta que a mitad de trayecto, topas con algo parecido a alta mar. A partir de ahí, la vista se mina de barcos de vela, y poco a poco comienzas a vislumbrar un fondo que nada tiene que ver con lo que conocías hasta ahora. Comienza a dibujarse el contorno de una ciudad llena de rascacielos modernos y cosmopolita: Puerto Madero, que parece otro mundo. Bien es cierto que es la parte más nueva de Buenos Aires y donde se encuentran las oficinas de las empresas más importantes, así como las residencias más cotizadas. 

Réplica de una de las primeras casas del río Delta.

Llegando a Puerto Madero.

El domingo por la mañana aproveché para ir a San Telmo. No quería perderme un buen paseo mañanero por su feria. Me recordó al rastro madrileño, con la diferencia de que éste se organiza en una sola fila muy larga, y que en el porteño, abundan mucho más los artistas plásticos. Compré algunas cosas de decoración, unos cuadros, y como no: un mate.

Me costó elegir el modelo que quería, habían cientos. Así que finalmente me decanté por la opción de que me lo tallaran con lo que yo quería. (Quizás algún día os cuente qué le puse).

¿Que mate elijo?

Seguiré informando de mi aventura porteña, del proyecto en el que estoy trabajando, y os presentaré a mis amigos argentinos. Por el momento, me despido ché, ¡porque hoy ES MI CUMPLEAÑOS, y me voy a celebrar!

Esta vez, compartiremos mate en lugar de café para mimetizarnos con el ambiente. ¿Lo habéis probado? Y por cierto… ¿tenéis alguna recomendación de restaurantes o actividades en Argentina?