Tengo la suerte de vivir cerca del río, y es algo que
aprovecho al máximo. Uno de mis mayores hobbies es salir a caminar o en bici
con mis perros. Disfrutamos de largos paseos mientras la señora Miel sube y
baja la colina, cientos de veces, para jugar con los patos y refrescarse, aunque sea invierno. Pero el otro día, la ruta se truncó a mitad de camino:
Llegamos a una parcela, cerca del río, vallada de forma muy chapucera. Se podía intuir que era ilegal. Tenía una chabola que parecía estar a punto de desplomarse y extrañamente un huerto bien
cuidado, y con algunos árboles frutales. Y en el centro de la parcela un árbol, donde había un perro atado. La
correa no tenía más de un metro, y el perro daba vueltas alrededor del árbol y sobre
sí mismo de manera compulsiva y muy ansioso. Tenía un cubo con lo que creí intuir agua, y otro supongo
con comida, pero sus alrededores estaban llenos de heces.
Frené en seco. No entendía cómo en una parcela tan
grande, podía tener unos trescientos o cuatrocientos metros cuadrados, el
perro tenía que estar atado a un árbol, y con una correa así de asfixiante. Me acerqué a la valla, intentado ver si estaba el dueño
por allí. Tratando de entender lo que mi vista percibía. El perro estaba cada vez más
nervioso, y por mucho que yo intentaba llamarlo para distraerlo, no desistía. Me fijé que junto al árbol, y al no tener ningún refugio
o caseta, el perro había hecho un agujero enorme en la tierra, para poder refugiarse del calor y del frío de la noche.
|
La finca que perturbó mi paseo. |
Nunca he denunciado un caso de maltrato animal, así que
no sabía cuales era los pasos a seguir. Lo primero que se me ocurrió fue mirar
la web de PACMA. Tienen una pestaña llamada “Yo denuncio”, donde explican:
¿Qué se puede denunciar?, ¿quién puede denunciar? y ¿cómo denunciar?.
Opté por la recomendación de llamar a la policía. Creía
que sería más rápido que